Oxford, 28 de julio de 2016. |
Tras una semana en Oxford, la familia con la que vivo y con la que trabajo se fue de vacaciones a Francia. Según me avisaron días antes, se iban el 22 y no volvían hasta el 31, así que podría viajar por el país, volver a Barcelona o quedarme en la casa para explorar la ciudad y adaptarme un poco. Confieso que la idea de volver a casa durante una semana era tentadora, pero no era la opción valiente; además, solo hacía una semana que me había ido. Me haría más mal que bien.
Así que, el viernes, se fueron. Y me quedé sola. Creo que durante el primer día no fui consciente de que estaba completamente sola en un país que no era el mío. Di vueltas por la casa, recuerdo, pensando en qué podía hacer primero. Recuerdo, también, que fui al garaje y me quedando delante de la bici, como diciendo o tú o yo. Me peleé con el sillín para bajarlo todo lo que pude, y aun así me quedaba alto, pero es que no está el mundo hecho para los bajitos. El pánico que sentí al levantar los pies por primera vez y al tomar la primera curva no se me olvidarán jamás. Tardé unos cuantos segundos en recordar que tenía que ir por la izquierda, y ahí empezó lo malo: demasiada tensión en diez minutos de viaje en bici de la casa a Summertown, una zona al norte de la ciudad llena de tiendecitas y cafeterías. Pero llegué, y supe que tarde o temprano dominaría a aquel montón de hierros azul con cestita delante y sillita para niño en la parte de atrás.
Y lo hice. Oh, vaya que si lo hice. El segundo día me atreví a ir al centro, pedaleando con coches y autobuses pasando a menos de un metro de mí. Al bajar me temblaban las piernas, no os voy a mentir, pero allí estaba, con todo el centro de Oxford para mí sola. ¿Qué os puedo decir, si no encuentro palabras para describirlo? Las librerías, las tiendas, los edificios, las calles... Cada esquina, cada adoquín que puede que hayan pisado Tolkien, Lewis Carroll o C.S. Lewis, cada pub escondido, cada bicicleta apoyada en una pared sin cadena porque realmente no hace falta.
Y por último, pero no por ello menos importante, me estoy pintando los labios de rojo. Ese rojo oscuro que tanto adoro y que descubrí hace dos días que ya no vendían, pero que pienso seguir llevando hasta que lo termine y tenga que encontrar un sustituto que esté a la altura. Ese rojo que me hace sentir segura y con el que he estado paseando, sea caminando o en bici, por una ciudad mágica que pronto espero poder llamar hogar, al menos durante el tiempo que me queda aquí; tiempo que, ojalá, pase despacito para poder disfrutar de cada segundo.
Y lo hice. Oh, vaya que si lo hice. El segundo día me atreví a ir al centro, pedaleando con coches y autobuses pasando a menos de un metro de mí. Al bajar me temblaban las piernas, no os voy a mentir, pero allí estaba, con todo el centro de Oxford para mí sola. ¿Qué os puedo decir, si no encuentro palabras para describirlo? Las librerías, las tiendas, los edificios, las calles... Cada esquina, cada adoquín que puede que hayan pisado Tolkien, Lewis Carroll o C.S. Lewis, cada pub escondido, cada bicicleta apoyada en una pared sin cadena porque realmente no hace falta.
Y por último, pero no por ello menos importante, me estoy pintando los labios de rojo. Ese rojo oscuro que tanto adoro y que descubrí hace dos días que ya no vendían, pero que pienso seguir llevando hasta que lo termine y tenga que encontrar un sustituto que esté a la altura. Ese rojo que me hace sentir segura y con el que he estado paseando, sea caminando o en bici, por una ciudad mágica que pronto espero poder llamar hogar, al menos durante el tiempo que me queda aquí; tiempo que, ojalá, pase despacito para poder disfrutar de cada segundo.
Cris, me encantas, en serio. Suerte en Oxford y sigue encontrándotr a ti misma allí :)
ResponderEliminarCris, me encantas, en serio. Suerte en Oxford y sigue encontrándotr a ti misma allí :)
ResponderEliminarSi todo sale bien, estaré pronto en las mismas circunstancias: solo en un país, en donde no conozco a nadie y probablemente no me traten bien. Y tengo miedo. Pero también me da aliento crecer como persona y ganar virtudes y amor para mí mismo, como tú lo estás haciendo. Felicidades por estar donde estás. No solo en el país, sino por todo lo que has conseguido y seguirán logrando. Ánimo y fuerzas. Disfruta de ti.
ResponderEliminarQué bonito Cris <3 Me alegra ver que te estás adaptando tan rápido y que te gusta :D Ya sabes que tienes visita a Escocia pendiente.
ResponderEliminarBesotes!
¡Ánimo! Tú puedes con esto y con más ^^
ResponderEliminarCris, me emociono cada vez que descubro que has subido una entrada... Me encanta estar viendo Oxford a través de tus letras...
ResponderEliminarMe encantan estas entradas tan personales sobre tu experiencia en tierras inglesas.
ResponderEliminarSe me pasó esta entrada, disculpa, intento leer todo lo que escribes y todo lo que cuentas porque me encanta. ¿Cómo explicarlo? Estaba allí contigo.
ResponderEliminarPor favor, busca a Vera Brittain, tiene que estar por allí, estudiar en Oxford fue su gran sueño. Y, pese a que su padre se oponía, al final lo consiguió. Búscala, era una mujer fuerte, pídele que te de esa fuerza.
Un beso enorme, si me necesitas, silba