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AMELIA
El corazón le latía a mil por hora. Se quedó varios segundos de pie en la puerta del restaurante, viendo cómo la gente pasaba frente a ella en ambas direcciones. Sabía hacia dónde tenía que ir para coger el metro y volver a casa, pero por alguna extraña razón sentía que no podía irse todavía.
Así que hizo lo único que la ayudaba a pensar: caminar.
Sin pensarlo giró a la izquierda. El metro quedaba al final de la calle si giraba hacia la derecha, así que lo mejor sería alejarse tanto como pudiera del camino de vuelta a casa. La calle todavía estaba mojada. Había llovido durante toda la tarde sin parar, limpiando la ciudad en más de una manera. A Amelia le encantaba aquella sensación de después de llover durante horas. El olor, los colores, las luces reflejadas en las calles mojadas y el ambiente renovado. La calma después de la tormenta, que solían decir.
Siguió caminando por la calle estrecha y escondida en la que se encontraba el restaurante, en el barrio gótico de Barcelona. Se quedó quieta de nuevo al llegar al final de la calle, que daba a las Ramblas. El ambiente allí era completamente diferente, con mucha más gente paseando. Siempre le sorprendía cómo podían existir tantas Barcelonas diferentes, y que para pasar de una a otra solo tenías que cruzar la calle.
Como todavía no sabía muy bien qué hacer a aquellas horas, sacó el móvil del bolso. Tenía varios mensajes de Andrea.
21:08 -no vas a hablarme más? en serio estás cabreada?
21:09 - déjate de tonterías y contéstame las llamadas, por favor
21:11 - podrías comportarte como una adulta por una vez en tu vida
Amelia bufó, molesta y dolida, y lanzó el móvil al fondo del bolso sin responder al mensaje. ¿Quién se creía que era para hablarle así? Habían sido amigas durante los últimos tres años, la había ayudado en infinidad de ocasiones, incluso cuando no se lo merecía, ¿y qué hacía Andrea? Esperar que Amelia lo siguiera haciendo mientras ella no hacía absolutamente nada.
Justo cuando iba a cruzar hacia las Ramblas, sintió una mano cerrarse alrededor de su codo con cuidado pero con determinación. Se dio la vuelta con el susto en el cuerpo, pero no fue capaz de decir nada al ver allí a Daniel, con la mano todavía en su brazo. La soltó cuando conectó su mirada con la de Amelia.
—¿Me he dejado algo? —preguntó, preocupada. Era un poco desastre y siempre se olvidaba de coger la bufanda o cualquier otra cosa.
—Quería disculparme. No me he portado bien contigo.
Amelia, nerviosa y sin saber muy bien qué responder, se colocó bien el bolso.
—No te preocupes. Es normal que reaccionaras así, lo entiendo.
—¿Te ha pedido que vengas? Andrea, quiero decir, ¿te ha mandado ella?
Con un suspiro, Amelia negó suavemente con la cabeza.
—No pensaba venir, ya te lo he dicho. Me sentía mal y pensé que sería buena idea venir y decírtelo, para que no te preocuparas por ella al no aparecer.
Daniel miró al suelo, pensativo. Parecía nervioso y tan confundido que Amelia sintió una ternura que no esperaba.
—Oye, ¿estás bien? —dijo, preocupada. Daniel la miró de nuevo pero no respondió—. Siento que haya pasado esto, y no sé si haber venido lo ha hecho todo peor, pero no era mi intención. Es que pensé que sería mejor que al menos tuvieras una razón. Mejor una decepción que tener que lidiar con la incertidumbre, ¿no?
La sonrisa sincera de Daniel la sorprendió. Siempre se fijaba en los pequeños detalles de las personas, y ver sonreír a alguien de manera tan espontánea y sincera era algo de lo que pocas veces podía disfrutar. Casi sin querer, le devolvió la sonrisa.
—¿Quieres…? —Amelia alzó las cejas, esperando el resto de la pregunta—. ¿Quieres dar una vuelta? Ya que has venido hasta aquí. ¿Te apetece?
Tenía que decir que no. El chico que tenía frente a ella, con las manos en los bolsillos del abrigo y una sonrisa nerviosa en el rostro había quedado con su amiga, no con ella. Seguramente sólo quería una distracción para olvidar el plantón y la decepción de Andrea. Lo más sensato era disculparse y volver a casa.
Pero a veces, sólo a veces, la boca va más rápido que la cabeza y todo cambia sin que podamos hacer nada. Así que Amelia habló, y lo hizo rápido.
—Vale. ¿Izquierda o derecha?
—Tú mandas.
Ésta es la tercera parte de una historia corta que empecé a escribir tras terminar de ver uno de los capítulos de Cites, la serie emitida por TV3 y que se ha convertido en una de mis favoritas. No es nada especial, no buscaba nada, solo practicar un poco y jugar con los personajes y la situación, a ver qué salía. Espero vuestra sincera opinión. Podéis leerlo todo aquí ✍🏻
Ja vaig al dia. Encara necessite saber moltes més coses sobre aquestos carinyosos personatges...
ResponderEliminarPorfa porfa porfa, síguela. Me apetece mucho. Jo, qué bonito.
ResponderEliminarMe encantan los dos. Si la continúas, aquí estaré para leer!
ResponderEliminarPero qué bonito. Me encanta.
ResponderEliminarI la cita comença ❤️. Els volem acompanyar! En el meu cap, al final d'aquesta tercera part sona la sintonia del programa 😊
ResponderEliminarMas please me encanta como esta llendo la historia siempre quedan las ganas de mas :)
ResponderEliminarMe muero. ♥︎
ResponderEliminarAins, me encanta <3
ResponderEliminar(léase con cara de pánfila)