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2. Limpiar. A mí me funciona. Tener la casa recogida y oliendo a limpio me relaja, pero es el proceso lo que me ayuda a distraerme de lo que me esté provocando el bajón o de la propia sensación. Si es con música, mucho mejor (para eso creé mi propia lista de reproducción que nunca me falla).
3. Hacer yoga. Sí, soy la típica que se compró una esterilla de yoga que se pasó meses sin estrenar, pero vivir sola me ha dado la oportunidad de centrarme un poco más en mí misma, y el yoga ha sido todo un descubrimiento. Ya sea algo relajante con estiramientos o algo más intenso que te haga sudar la gota gorda (sí, el yoga cansa, believe it or not), a mí me ayuda a despejar la mente y, además, a sentirme mejor conmigo misma. Dos pájaros de un tiro.
4. Cocinar. Quien me conozca un poquito sabrá que estudiar cocina es la gran espinita clavada en mi corazón, pero a pesar de que tengo claro que algún día me apuntaré a algún curso, vivir sola no solo te obliga a cocinar, sino que te da la oportunidad de probar cosas nuevas. A veces te tienes que poner creativa con lo poco que tienes en la nevera, pero otras, en cambio, te puedes permitir buscar una receta rica, comprar los ingredientes justos y lanzarte a la aventura.
5. Cuidar las plantas. Cuando me pudé a mi pisito lo primero que hice fue adoptar plantitas. Siempre se me ha dado fatal cuidarlas y que no se mueran, así que compré tres cactus. Menuda cobarde, tía. Así que nada, le eché narices a la cosa y me compré tres plantas más, de esas que sí necesitan más de un poco de agua cada 3 semanas, y la cosa no ha ido mal del todo. Las tengo un poco pochitas, pero no se me han muerto, que es lo que importa.
6. Permitirte un baño relajante. Para esto hay que tener bañera, y yo, por suerte, la tengo. No me gusta malgastar agua, así que los baños los dejo para una vez al mes. Normalmente los domingos por la tarde-noche, cuando ya queda poco para cenar e irte a dormir porque sabes que toca trabajar al día siguiente. Nada mejor que cerrar los ojos y meter las orejas debajo del agua para olvidarte de todo, incluso de ese bajón que te atormenta.
5. Cuidar las plantas. Cuando me pudé a mi pisito lo primero que hice fue adoptar plantitas. Siempre se me ha dado fatal cuidarlas y que no se mueran, así que compré tres cactus. Menuda cobarde, tía. Así que nada, le eché narices a la cosa y me compré tres plantas más, de esas que sí necesitan más de un poco de agua cada 3 semanas, y la cosa no ha ido mal del todo. Las tengo un poco pochitas, pero no se me han muerto, que es lo que importa.
6. Permitirte un baño relajante. Para esto hay que tener bañera, y yo, por suerte, la tengo. No me gusta malgastar agua, así que los baños los dejo para una vez al mes. Normalmente los domingos por la tarde-noche, cuando ya queda poco para cenar e irte a dormir porque sabes que toca trabajar al día siguiente. Nada mejor que cerrar los ojos y meter las orejas debajo del agua para olvidarte de todo, incluso de ese bajón que te atormenta.
7. Cambiar la decoración o la distribución de los muebles. En mi caso no es que tenga mucho espacio para mover muebles, pero siempre entretiene pensar cómo se vería esa vela ahí, o esa foto en ese mueble o esas luces en esa pared en vez de ésta otra. Lo importante son los cambios, que por pequeños que parezcan, consiguen que algo más grande cambie. A mí me funciona.
8. Películas. Pero, oye, no te pongas a ver el dramón del siglo porque es lo último que queremos; busca películas que sepas que te hacen feliz, que te dejan ese calorcito en el pecho, que ya hayas visto. No queremos sorpresas, ¿eh? Que ya ha pasado eso de ver una película porque el título y el cartel prometían comedia romántica y haber acabado con los mocos hasta la barbilla de tanto llorar. No, no, no. Mis opciones de bajón son siempre Orgullo y prejuicio, Anastasia y Notting Hill.
🏠
¿Y vosotros qué hacéis cuando acecha ese bajoncito y no queréis salir de casa? No hace falta que viváis solos, es simple curiosidad. Esto es lo que me funciona a mí, pero estoy segura de que hay mil maneras de afrontar esos momentos sin salir de casa. ¡Espero leeros! (Y sí, he vuelto otra vez. ¡Viva!)