21/1/18

Cosas que hacer si vives sola y estás de bajón

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1. La primera, y la más obvia, es salir de casa. Ya sea a dar una vuelta, a una cafetería que te guste o simplemente a hacer la compra. Pero no siempre apetece salir de casa, así que aquí van las demás.

2. Limpiar. A mí me funciona. Tener la casa recogida y oliendo a limpio me relaja, pero es el proceso lo que me ayuda a distraerme de lo que me esté provocando el bajón o de la propia sensación. Si es con música, mucho mejor (para eso creé mi propia lista de reproducción que nunca me falla).

3. Hacer yoga. Sí, soy la típica que se compró una esterilla de yoga que se pasó meses sin estrenar, pero vivir sola me ha dado la oportunidad de centrarme un poco más en mí misma, y el yoga ha sido todo un descubrimiento. Ya sea algo relajante con estiramientos o algo más intenso que te haga sudar la gota gorda (sí, el yoga cansa, believe it or not), a mí me ayuda a despejar la mente y, además, a sentirme mejor conmigo misma. Dos pájaros de un tiro.

4. Cocinar. Quien me conozca un poquito sabrá que estudiar cocina es la gran espinita clavada en mi corazón, pero a pesar de que tengo claro que algún día me apuntaré a algún curso, vivir sola no solo te obliga a cocinar, sino que te da la oportunidad de probar cosas nuevas. A veces te tienes que poner creativa con lo poco que tienes en la nevera, pero otras, en cambio, te puedes permitir buscar una receta rica, comprar los ingredientes justos y lanzarte a la aventura.

5. Cuidar las plantas. Cuando me pudé a mi pisito lo primero que hice fue adoptar plantitas. Siempre se me ha dado fatal cuidarlas y que no se mueran, así que compré tres cactus. Menuda cobarde, tía. Así que nada, le eché narices a la cosa y me compré tres plantas más, de esas que sí necesitan más de un poco de agua cada 3 semanas, y la cosa no ha ido mal del todo. Las tengo un poco pochitas, pero no se me han muerto, que es lo que importa.

6. Permitirte un baño relajante. Para esto hay que tener bañera, y yo, por suerte, la tengo. No me gusta malgastar agua, así que los baños los dejo para una vez al mes. Normalmente los domingos por la tarde-noche, cuando ya queda poco para cenar e irte a dormir porque sabes que toca trabajar al día siguiente. Nada mejor que cerrar los ojos y meter las orejas debajo del agua para olvidarte de todo, incluso de ese bajón que te atormenta.

7. Cambiar la decoración o la distribución de los muebles. En mi caso no es que tenga mucho espacio para mover muebles, pero siempre entretiene pensar cómo se vería esa vela ahí, o esa foto en ese mueble o esas luces en esa pared en vez de ésta otra. Lo importante son los cambios, que por pequeños que parezcan, consiguen que algo más grande cambie. A mí me funciona.

8. Películas. Pero, oye, no te pongas a ver el dramón del siglo porque es lo último que queremos; busca películas que sepas que te hacen feliz, que te dejan ese calorcito en el pecho, que ya hayas visto. No queremos sorpresas, ¿eh? Que ya ha pasado eso de ver una película porque el título y el cartel prometían comedia romántica y haber acabado con los mocos hasta la barbilla de tanto llorar. No, no, no. Mis opciones de bajón son siempre Orgullo y prejuicio, Anastasia y Notting Hill.

🏠

¿Y vosotros qué hacéis cuando acecha ese bajoncito y no queréis salir de casa? No hace falta que viváis solos, es simple curiosidad. Esto es lo que me funciona a mí, pero estoy segura de que hay mil maneras de afrontar esos momentos sin salir de casa. ¡Espero leeros! (Y sí, he vuelto otra vez. ¡Viva!)

11/11/17

El blog se ha hecho mayor, y yo también

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Resulta que esta semana este blog cumplió 7 años y ha sido la primera vez que no he publicado nada para celebrarlo. Y no os voy a mentir, podría decir que no he tenido tiempo (que sería verdad, en parte), pero la realidad es que no me he acordado hasta ahora. Eso me ha hecho pensar en lo abandonado que te lo tengo, e inmediatamente he pensado en subir una entrada diciendo cómo lo echo de menos, pero sería volver a lo de siempre: escribir algo diciendo que voy a volver a este rincón para inmediatamente abandonarlo durante 6 meses más.

Ha sido entonces, cuando he vuelto a hacer click en el icono de la barra de marcadores que para mí significa hogar en estos mundos virtuales, cuando me he dado cuenta de que es la magia de este rincón: puedo volver a él cuando quiera, porque siempre será mi casa. Solo tengo que quitarle un poco el polvo, encender una luz cálida y empezar a teclear.

Ay, siete años. Madre mía. ¿Sabéis cuántas cosas han pasado en estos 7 años? Empecé y terminé la carrera, me he mudado más de cinco veces (incluso a otro país), me han roto el corazón dos veces y por fin he conocido a la persona con la que quiero estar. También me he cortado el pelo mil veces, lo he querido largo mil veces más y nunca estoy contenta con la maldita medida, aunque siempre acabo recogiéndolo en un moño, así que no sé de qué te estás quejando, Cristina, déjalo ya.

Lo que quería deciros, creo, es que Palabritas se ha hecho mayor, y yo con él. De pronto me he visto con un trabajo de verdad, viviendo sola y, básicamente, aprendiendo a ser una adulta responsable. Y dejadme que os diga que a pesar de ser una experiencia maravillosa, tendría que venir con un libro de instrucciones. 

Nadie te avisa de que tendrás que poner lavadoras a las 11 de la noche porque justo antes de irte a dormir te acuerdas de la poca ropa que te queda limpia. Tampoco te avisan de lo rápido que se acumula el polvo en los muebles, las pelusas en las esquinas y los vasos en el fregadero. Nadie te avisa, tampoco, de que quedarte mirando la nevera fijamente no va a hacer que se llene sola de cosas ricas y que no cuestan dinero.

Pero hacerse mayor me está gustando mucho, y que este rinconcito crezca conmigo... También.
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