27/8/16

Amelia y Daniel (primera parte)

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AMELIA

Andrea había insistido tanto que al final no le había quedado más remedio que ir. A pesar de no estar de acuerdo con el plan de su amiga, Amelia acabó aceptando. Prefería pasar un momento incómodo con aquel desconocido que aguantar a Andrea quejándose durante semanas.

Llegó al pequeño restaurante japonés diez minutos tarde. Se quedó de pie a un lado de la puerta, dando las últimas caladas a un cigarro que no recordaba haber encendido. En cuanto se dio cuenta de lo que estaba haciendo lo tiró al suelo, lo pisoteó con ganas y se llevó las manos a la boca para intentar hacerlas entrar en calor.

Era estúpido que estuviera nerviosa. Ella no era la que llevaba dos meses hablando con aquel chico a todas horas, así que no tenía por qué sentir aquellos nervios comiéndole las entrañas.
Andrea le había hablado de él sin parar durante las últimas semanas, contándole lo maravilloso que era y cómo, por fin, parecía haber encontrado a un chico que no la quería solo por su físico. No le había pedido ninguna foto y no había insistido con las descripciones, lo que le convertía, según su amiga, en su hombre ideal.

Un poco más tranquila, Amelia miró el reloj por última vez y se atrevió a entrar en el restaurante. Era uno de sus preferidos de la ciudad. El ambiente era íntimo y apenas había siete mesas, distribuidas sin ningún tipo de orden alrededor del pequeño local. El aroma de la comida recién hecha la hizo sonreír, pero la sonrisa desapareció en cuanto lo vio allí sentado, mirando el móvil, seguramente esperando un mensaje de Andrea.

Ay, madre, en qué lío se había metido.

El dueño del restaurante, un hombre mayor japonés que no entendía apenas nada de español, se acercó a ella al reconocerla. Amelia le sonrió y negó con la cabeza mientras se armaba de valor al verse cada vez más cerca de la mesa. Una vez allí, se quedó plantada en el suelo como un girasol esperando a que el sol se moviera para poder darse la vuelta y salir corriendo.

—Eh, hola —susurró, tan bajito que por un momento pensó que tendría que repetirlo—. ¿Daniel?

Él levantó la mirada del móvil y clavó los ojos más azules que Amelia había visto jamás en los suyos. Madre mía, ¿ese color existía? Era azul oscuro, pero no azul marino como el del uniforme del colegio, aquel azul aburrido casi negro, sino un azul intenso, como siempre se había imaginado el fondo del mar cuando los rayos del sol llegan hasta él.

—¿Andrea? —preguntó, más emocionado de lo que Amelia esperaba.

—No, no, no soy Andrea. —Amelia sonrió, nerviosa. Aquello era peor de lo que había imaginado—. Soy una amiga suya. Es que ha pasado una cosa. Andrea no puede venir, solo he venido para avisarte.

—¿Perdona?

Amelia no sabía qué decir. Cada segundo que pasaba allí de pie se arrepentía más de haberse acercado hasta el restaurante. Lo fácil habría sido dejar plantado a Daniel, que se diera cuenta por él mismo de que Andrea solo había jugado con él. Llegados a aquel punto, ¿cómo podía haberla considerado su amiga durante tanto tiempo, sabiendo cómo era en realidad? A veces, tal vez, nos cogemos a lo que sea con tal de no estar solos.

—Verás, es que… —Amelia cogió aire y pudo sentir cómo las ideas empezaban a ordenarse poco a poco. Solo tenía que decirlo y salir de allí—. Ha tenido un accidente.

—¿Qué? ¿Pero está…?

—Está bien —le interrumpió, esperando sonar convincente—. En realidad fue una tontería, pero tiene una pierna escayolada y su móvil está destrozado, así que ha perdido tu número. Por eso no ha podido avisarte.

Amelia sintió el pánico apoderarse de ella cuando se dio cuenta de cómo la miraba Daniel. Estaba segura de que no se había creído nada y que iba a exigirle la verdad sobre dónde estaba Andrea y por qué había enviado a su amiga —examiga, en realidad, aunque eso no tenía por qué saberlo— a cubrirla.

Lo que no esperaba de ninguna de las maneras era la reacción de él.

Daniel dejó escapar una escueta carcajada y la miró con las cejas alzadas.

—Me has contado muchas cosas sobre ti, pero que eres una mentirosa pésima no era una de ellas —dijo, claramente divirtiéndose a su costa.

—¿Qué?
     No entendía nada, ¿a qué se refería? Ella solo quería irse de allí de una vez.

—¿Por qué no te sientas? No tienes que inventarte todo esto, podemos hablar con tranquilidad, como llevamos semanas esperando.

—No, no —susurró, intentando sonreír sin mucho éxito—. De verdad, no soy Andrea. No ha podido venir, solo he venido para avisarte.

—Oye, venga, no hagas esto, no pasa nada.

—Lo siento. Tengo que irme.

—¿Y cómo te llamas, entonces? —preguntó, esta vez bastante molesto. Amelia no pudo evitar sentirse culpable.

—Amelia.

Daniel la miró durante varios segundos en los que ninguno de los dos habló. Amelia vio cómo el rostro de Daniel pasaba de la molestia a la confusión, para acabar con el ceño fruncido en un gesto de reconocimiento. ¿Qué estaba pensando? Tenía que irse cuanto antes.

—Así que has estado haciéndote pasar por una persona que no existe, riéndote de mí durante estos meses, y ahora no sabes cómo salir de esta, ¿es eso?

¿Pero qué?

—¿Qué? ¡No! —Amelia quería decir tantas cosas que todas se le acumularon en la punta de la lengua y no le dejaron decir nada coherente—. No es eso. Andrea existe, has estado hablando con ella, no conmigo. De verdad.

—¿Eres consciente de que todo el rollo del accidente no hay quien se lo crea?

De lo que era consciente era de que se encontraba en un callejón sin salida. Amelia suspiró, rendida, y levantó la mirada.

—Vale, tienes razón. Pero de verdad que no he sido yo la que ha estado hablando contigo estos meses. Andrea existe, pero no ha podido venir. No me estoy riendo de ti.

—Entonces, ¿por qué no ha venido? ¿Por qué no contesta a mis mensajes desde esta mañana?

¿Y ahora qué?

—Ay… A ver —susurró, claramente nerviosa—. Es un poco complicado.

—¿Por qué no te sientas?

¿Qué?

—No, no, yo… —Amelia miró hacia un lado, donde una pareja la miraban con curiosidad desde su mesa—. Es que no me puedo quedar, solo he venido a avisarte.

—Oye, esto no tiene ningún sentido. Siéntate y me lo explicas con calma, ¿vale? No pasa nada.

Daniel parecía tranquilo. La desconfianza seguía brillando en sus ojos, pero Amelia suspiró tranquila al ver que ya no parecía molesto. Al menos no con ella. Pensó entonces en Andrea, seguramente tumbada en el sofá, sin que nada de esto le importase, y se enfadó. Se enfadó con la que había sido su amiga durante tanto tiempo, por ser tan egoísta y mala persona como para hablar durante semanas con un chico para después dejarle plantado.

Así que sin pensar muy bien en lo que hacía, se quitó el bolso y el abrigo, los dejó en el respaldo de la silla y se sentó delante de Daniel, más nerviosa que en toda su vida, pero sintiendo que estaba haciendo lo correcto.
Ésta es la primera parte de una historia corta que empecé a escribir tras terminar de ver uno de los capítulos de Cites, la serie emitida por TV3 y que se ha convertido en una de mis favoritas. Tengo escritas más partes, pero no tiene final. He decidido subir ésta, la primera, para ver si os gusta y si os gustaría leer la continuación. No es nada especial, no buscaba nada, solo practicar un poco  y jugar con los personajes y la situación, a ver qué salía. Espero vuestra sincera opinión ✍🏻
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24 comentarios

  1. Ya te lo he comentado alguna vez pero, adoro tu forma de sentir, escribir y compartir. Y de verdad, ojalá pueda un día tocar tus libros en papel. Ojalá.

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    1. Primero tendrán que pasar de historias sin terminar a historias de verdad... Pero muchas gracias, de verdad.

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  2. Ai, per favor, vull saber com continua! I seria un capítol genial de Cites! (estic visualitzant-lo i tot!). En volem més!

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  3. Me encanto!! Continua que tienes una fiel lectora!

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  4. Pues a mi me a gustado, me dejas intrigada por saber que pasa.
    Espero te animes a publicar la siguiente parte

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  5. Hola Cristina, me ha gustado mucho esta primera parte. Es sencilla, pero es una sencillez tan cálida y tierna que tiene un algo especial. El final de esta primera parte hace que tenga unas ganas enormes de saber cómo continúa la historia. Si publicas la siguiente parte, la leeré.Un abrazo enorme

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  6. Le echaré un vistazo a la serie. Después de haber leído más textos tuyos, cada vez me siento más reconfortada con tu estilo. Sabemos mucho de los personajes en poco tiempo y eso, es bueno. Me alegro de que decidieras mostrarnos tus escritos y me gustaría saber más de otra historia, o de cualquier otra que se te pase por tu cabeza.

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    1. Jo, qué bonito lo que me dices. Poco a poco encuentro mi estilo, creo. ¡Un besito!

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  7. hola Cris:

    Me ha encantado. Tienes un talento muy especial para expresar las cosas y hacer que la gente se interese por las cosas más sencillas y cotidianas. Leer esta parte de tu relato ha sido realmente como estar viendo un capítulo de una serie o como unos fotogramas de un película con el cartel de "continuará..." al final.
    Sigue escribiendo porque vales para ello, nena.

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  8. Cites, esa serie que empecé a ver gracias a ti. Luego la abandoné, pero eso es otra historia. La verdad es que me gusta mucho como escribes, y esta en concreto me ha llamado la atención. Gracias por compartirlo ^^

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  9. Cristina me ha encantado mientras estaba leyendo olvide que solo era un fragmento y queria mas jo,bueno sigue subiendo es muy bueno de verdad.

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  10. Me encantó y me sentí totalmente identificado con la amistad entre Andrea y Amelia,tengo much@s amig@s así y me hizo pensar mucho sobre las Andreas de mi vida y sobre si aguantar ciertas cosas vale la pena. Un saludo ������

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  11. Sinceramente hija, quiero la continuación. Aunque ya me habías hablado de esto. Aunque me enseñaste alguna cosa. Pero quiero leer más, porque promete interesante. Así que eso.

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  12. Me ha enganchado y me ha dado pena que fuese tan corto... Quiero más, podría leer 500 páginas más. Me gusta mucho tu estilo 😊

    ¡Besos!

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  13. Me ha gustado mucho, escribes de una forma que hace que sientas simpatía por los personajes y quiera seguir sabiendo qué más pasa entre ellos. Espero la continuación con muchas ganas :)

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  14. Jo quiero leer más, espero que la continues, me gusta mucho como escribes. Mencionas tanto esa serie que me han entrado muchas ganas de verla, a ver qué tal.

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  15. Estoy un poco confusa con esta historia y la pobre Amelia no sabe qué hacer con Daniel. Vaya. Tengo ganas de seguir leyendo para saber qué pasa, cómo se lo cuenta Amelia y cómo reacciona él. Te ha quedado bonito.

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  16. Mira, Cristina: ESCRIBE. ESCRIBE MUCHO. Porque me muero por leerte y estos fragmentitos me saben a muy poco. ♥︎

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  17. Querida Cris, en mi cabeza era Nueva York, era un restaurante del Village o del SoHo, o puede que de Brooklyn. En mi cabeza Amelia era Amelia pero tenía la cara de Zoe Kazan, y un vestido rojo con florecitas blancas estampadas, y una gabardina... en mi cabeza no sé quién era él, pero ella era preciosa... y él quería que se sentara porque le intrigaba esa chica que venía a hablar con él porque se sentía mal ante la cerdada que le había hecho Andrea... creo que Andrea era Amanda Seyfried, no te lo puedo asegurar. Puede que mi cabeza esté en otra parte, donde tú la envíes... no pares de escribir, necesito saber más, necesito saber qué cara tiene él.

    Un beso enorme

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    1. En la tercera parte (creo recordar) se dice que están en Barcelona, por eso de que se me ocurrió viendo Cites, pero te lo puedes imaginar donde quieras.

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  18. Por llevar la contraria (o no), yo sí me lo imaginaba ocurriendo en Barcelona. O tal vez en Zaragoza porque la última vez que comí en un japonés fue en esa ciudad.
    Siento mucho repetir lo que te han dicho en los anteriores comentarios pero yo también disfruto leyéndote. Tu forma de escribir es muy amena y siempre dejas al lector con ganas de más.
    Just keep writing, Cris! Just keep writing! (sí, hay que leerlo con voz de Dory)

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  19. ¡Hola! Me ha gustado bastante. Es divertido, ameno y tiene un planteamiento interesante. Voy a leer las siguientes partes ahora mismo :)
    Un beso!
    Beatris

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